jueves, 8 de diciembre de 2011

CONTRA LAS ALAS

Querida, estoy cansada de que me hables de hombres alados. Sí, ya sé, es una metáfora, pero una de las más fastidiosas. Un hombre camina, corre, huye, repta, a lo mucho se deja caer en algún vacío, pero volar...Sí, todos queremos volar, pero también todos queremos un montón de cosas que no pueden ser y no vamos por la vida alardeando la imposibilidad de nuestros deseos ¿o sí? Yo, por ejemplo, a veces quisiera ser un pez con dos ojos, unas branquias y no pensar, pero nosotros, los que llevamos un acuario en la cabeza lleno de criaturas multicolores y otros engendros, no tenemos la mínima intención de poseer unas protuberancias naciendo de los omóplatos, por mucho que nos entintemos las espaldas o las evoquemos. Seguro a algún científico loco se le ocurrirá instalarnos el sofisticado sistema y será con fines menos lúdicos que el placer de los aires. Así que, dejemos las alas y el vuelo humano a la poesía plastificada de los días de San Valentín o a las muestras empalagosas del romance.
Admiraré el vuelo de las criaturas hechas para ello, sus alitas más perfectas que mi visión, su despegue más diestro que el entendimiento y toda elevación se reducirá a sentir.
Gracias, tampoco quiero hablar de ángeles.

1 comentario:

  1. que extraño...por eso me encanta leerte, por la extrañeza de tu voz. Me fascina la comparación con los peces.

    ResponderEliminar